Estimados lectores... Hace mucho que no escribo en este blog, porque, como recordarán, este fue un proyecto de 2010.
Decidí revivirlo porque es importante platicar sobre algo que está pasando en mi vida y que me parece muy injusto.
Tengo/tenemos un acosador.
Hace unos años, nos fuimos a vivir a la colonia Roma. Esa colonia, como sabrán, es muy extraña. Es muy linda, pero también se sabe que la dualidad del bien y el mal se pasean por sus calles.
No les voy a hacer larga la historia.
Teníamos un vecino loco. Un vecino acosador. Que nos gritaba por la ventana groserías, nos aventaba basura y nos rayó los coches. Intentó envenenar a nuestro perro. Nos seguía cuando salíamos gritando amenazas. Le hablaba a la policía para decir que teníamos fiesta, cuando era mentira. La policía un día se hartó y le dejó de hacer caso. Un mitómano. Mentiroso y acosador. Una combinación peligrosa si se junta con mucho tiempo libre y nada con qué llenarlo.
No es broma.
Decían los vecinos que habían vivido toda la vida en esa cuadra que era una familia conflictiva. Que las viejitas que vivían antes en la casa que nosotros habitábamos eran unas señoras solteras que poco a poco se fueron consumiendo después de que falleció su mamá. Y que este vecino tuvo que ver con esta muerte.
Este señor, abogado, sin nada que hacer, se dedicó por meses a molestarnos hasta que vio que en realidad no nos importaba. Hasta que empezó a hacer denuncias anónimas a las autoridades. Denuncias anónimas que nos señalaban de muchas cosas terribles y que niego categóricamente y me parecen una falta de respeto sin derecho al perdón.
El tema fue que insistió. Insistió tanto que empezó a mover al mismo sistema al que normalmente (y, desde mi punto de vista, está algo equivocado) se le acusa de impune. Y tuvimos a muchas instituciones visitando la casa, mostrándoles, explicándoles qué pasaba, alimentando nuestro archivo de pesadilla.
Un día, el loco, decidió amenazarnos de manera más fuerte. Es la persona más enferma con la que he cruzado mi camino, y tengo pruebas de esta aclaración. Por lo que, decidimos irnos de esa calle, llamada Puerto México en la Roma Sur.
Pero no paró ahí. Insistió durante meses, en una intensa obsesión por intimidarnos, extorsionarnos y acosarnos. La misoginia encarnada en su más salvaje estado.
Inventó actividades vinculándonos a mi y mi familia.
Hasta que fue a nuestra querida universidad. Es importante mencionar, y otra moraleja de esta historia empieza a asomarse... la importancia de ser una persona profesional.
Como todo lo que el loco hacía era anónimo, para nosotros es muy difícil demostrar el acoso. Nada más contamos con nuestro historial de ser personas de bien y con disposición a aclarar este reverendo desmadre (perdonen mi francés). Ah, claro, y con un archivo gigante de sus falsedades, provocaciones y amenazas.
Un día, se le ocurrió decir estupideces de nosotros a personas equivocadas. Obviamente en la universidad se rieron. Era algo muy irreverente. Pero hubo gente, que en su ánimo de generar "tweets" y dejar el profesionalismo de lado, le pareció una excelente idea vincular a una familia completa como parte de actividades ilícitas en la universidad. No saben la impotencia, el coraje y lo absurdo que me parece esto. Desde hablar con el "ombudsman" de un medio (lo cual no sirvió de nada a pesar de ser el "protector de las audiencias"), hasta ir al INAI para proteger nuestros datos personales, hasta hacer esta entrada de blog para sopesar el mal trabajo de un pésimo periodista y de medios mediocres que no investigan ni tienen sentido común.
El final de la historia todavía no se escribe. Ya estamos lejos y a salvo y es lo que importa.
La moraleja: hagan bien su trabajo. Investiguen, piensen. El cohecho también es un delito.
Presunta* > en estos tiempos modernos es un señalamiento y punto u__u.